Por Octavio Camelo Romero
Al parecer la guerra en lo económico es contra China y en lo militar, contra Rusia. No cabe ninguna duda, Estados Unidos se resiste a perder su hegemonía sobre el mundo. Sin embargo los capitales globales no pierden oportunidad para valorizar la parte improductiva de su capital, independientemente si con ello se perjudica a la población que vive en regiones anteriormente privilegiadas.
Se trata de la emigración de las empresas de las naciones desarrolladas a países con regulaciones ambientales casi inexistentes y mano de obra baratísima y legalmente indefensa. La sobreacumulación del capital finalmente está encontrando las regiones o los territorios que serán destino de sus inversiones de capital o, mejor dicho, de la reproducción rentable del capital.
El Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica impone a escala de todos los países firmantes, una legislación protectora de los derechos de propiedad intelectual hecha a la medida de las grandes empresas y suprime la posibilidad de que un gobierno fabrique productos más baratos que los producidos por los oligopolios.
Esta medida perjudica a los sectores de la población desprotegidos como son los más del 50 por ciento de los mexicanos que viven en pobreza alimentaria. También suprime las medidas de protección de la seguridad alimentaria de los países firmantes haciendo que se abatan los aranceles y que se pierda la soberanía alimentaria para favorecer a las grandes empresas exportadoras de algunos rubros alimentarios.
En otra parte el tratado reglamenta a favor de los monopolios la discusión de las controversias entre las empresas inversionistas y los gobiernos de los países firmantes. El acuerdo ha sido firmado por 0gobiernos satélites de Estados Unidos como Brunei, Chile, Singapur, Japón, Malasia, México, Perú, por Vietnam que desea no depender de China y por los gobiernos conservadores de Nueva Zelanda, Australia y Canadá.
Todos esos países recibirán más mercancías de Estados Unidos y podrán exportar más a ese país y menos a China. Sin embargo el gobierno de Pekín que se opuso siempre al ATP seguramente se unirá al mismo para reducir al máximo los efectos negativos sobre su economía en general y sobre sus exportaciones en lo particular.
Sin embargo al cerco económico-militar que EEUU trata de ponerle a China se le enfrenta la alianza virtual y la complementación militar euroasiática que han constituido China y Rusia, como lo muestran la colaboración en Naciones Unidas entre Pekín y Moscú, la defensa común de Irán, el intento chino de potenciar enormemente sus inversiones en la industria nuclear en el Reino Unido, los pactos militares sino-rusos y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura promovido por China como rival del Banco Asiático de Desarrollo en manos de Washington así como del FMI y el Banco Mundial también controlados por Estados Unidos y los grandes capitales europeos.
Al parecer y aunque la historia no se repite, vuelven a aparecer síntomas de preocupación: choques de intereses entre los países imperialistas, resurgimiento del racismo y de la ultraderecha, nacionalismos xenófobos, guerras locales, gobiernos débiles, democracias sin autoridad moral, inestabilidad en los países dependientes, derrumbe de las socialdemocracias y los movimientos de las izquierdas perdidos en las ilusiones de un capitalismo pasado, de un capitalismo benefactor.
Pero en medio de esta trama todavía hay la esperanza de que la sangre no llegue al rio, pues en la actualidad el capitalismo global ha tejido un sistema de intereses también global. En fin.