Ya lo habíamos advertido en este espacio, la Reforma Educativa no es otra cosa que una transfiguración de una Reforma Laboral adecuada a los intereses del grupo político-económico hegemónico en el Estado Mexicano. La diferencia con el pasado es que antes se cuidaban las formas, hoy “ya no se cuidan”. Hoy con los “políticos y gobernantes neoliberales” el cinismo, la inmoralidad, el antihumanismo y hasta el fascismo, se han convertido en los valores rectores de las sociedades.
Es más, las formas del comportamiento político del pasado se han convertido en lastre para los políticos contemporáneos y en consecuencia hay que destruirlas. Por eso hay que acabar con las organizaciones gremiales de los trabajadores y dentro de ellas, la de los trabajadores al servicio de la educación, del SNTE o la CNTE. Para ello había que modificar el texto constitucional en lo relativo a identificar “evaluación” con “examen”, en otorgar al Estado Mexicano la atribución de único examinador y en otorgarle al Poder Ejecutivo la capacidad para “correr” a los trabajadores de la educación que no pasen “la prueba” que el Estado elabora, aplica y califica. Como quien dice, se ocupaba un instrumento para convencer a los mentores de modificar su conducta como condición para seguir en el sistema educativo nacional.
En caso contrario tendrían que buscar otro trabajo. De allí que la Reforma Educativa no sea educativa y más bien se trata de un instrumento político para ir contra los profesores críticos o por lo menos, rezongones.
Evaluar es valorar el desempeño de alguien en la realización de su tarea, al final de la cual debiera tenerse lo que previamente se tenía prefigurado. Por eso es importante para evaluar, saber qué es lo que se espera al final del camino. No andaba tan mal Aristóteles cuando ponía como causa de la actividad humana, el fin u objetivo que se pretendía obtener.
Y menos mal andaba Hegel cuando suponía que ese fin se exteriorizaba para después volver a sí mismo. He aquí la importancia de saber cuáles experiencias histórico-sociales se van a transmitir a las nuevas generaciones, cuáles problemas no se han podido resolver y prever cuáles, se enfrentarán en el futuro.
Pero además y en tanto los educandos son agentes biopsicosociales, es pertinentes saber cuáles son los conocimientos contemporáneos sobre los educandos y cuáles debieran ser la pedagogía y las didácticas adecuadas para los mismos.
A partir de allí habrá que evaluar primero al Estado Mexicano después al magisterio, sin importar su militancia política. Y hay que evaluar al Estado Mexicano porque es quien asume el monopolio de la formación y de la capacitación del magisterio nacional.
Si el profesorado no está formado conforme a los requerimientos del capitalismo mundial, entonces lo primero que debe hacer el Gobierno de la República es cambiar el diseño curricular de las normales y capacitar a la planta docente de dichas normales, así como reeducar al magisterio en activo.
Si esto no sucede, es la Secretaría de Educación Pública la que no está atendiendo el mandato de los dueños del Planeta. Pero debe quedar claro que la calidad educativa no se mide por el puntaje de las pruebas estandarizadas.
El peñato construyó su primera y última victoria política al uncir al Pacto por México a la mayor parte de las bancadas legislativas presentes en los dos órganos del Congreso a principios de este sexenio. La operación correspondiente hubo de implicar intercambios no muy confesables, reparto de prebendas y hasta premios en efectivo ( http://is.gd/8AthcE ).
Así fuera sobre esa base inmunda, Enrique Peña pudo lucirse como unificador de la voluntad democrática y ejecutar sin mayor oposición parlamentaria las reformas estructurales que hoy exhiben ya algunos de sus efectos negativos en la economía y en el resto del quehacer nacional.
A partir de ese punto de máximo avance el régimen inició su derrumbe. La reforma fiscal lo enemistó con sus promotores empresariales. Luego ocurrió la atrocidad de Iguala, ante la cual el peñato no ha dejado de exhibir sus incapacidades, sus complicidades y su portentosa insensibilidad. Después llegaron las revelaciones sobre la casa blanca de la pareja presidencial y las otras residencias de lujo que Grupo Higa, contratista principalísimo en el estado de México, facilitó al propio Peña (Ixtapan de la Sal) y a su secretario de Hacienda, Luis Videgaray (Malinalco) y el papelón del encubrimiento protagonizado por Virgilio Andrade.
Y después, como cereza del pastel, la fuga asistida del Chapo, que coloca a los gobernantes ante la difícil disyuntiva de ser muy ineptos o de ser cómplices. Así, con el telón de fondo de la violencia delictiva imparable y las graves violaciones a los derechos humanos –Tlatlaya, Apatzingán y Tanhuato son casos emblemáticos, pero no únicos, de un poder que actúa a contrapelo del derecho–, el actual gobierno viene acumulando derrota tras derrota de cara a la opinión pública y transita por un ocaso prematuro del poder sexenal.
La reforma llamada educativa, que es en realidad una reforma laboral específica para el magisterio, había sido aprobada sin mayor problema en septiembre de 2013, pero las cosas han sido muy diferentes a la hora de aplicarla.
Como Emilio Chuayffet con todo y sus bravuconadas fue un burócrata que no logró someter a la CNTE y a algunos maestros del SNTE, lo reemplazaron por un tecnócrata brioso de inspiración fascista, por Aurelio Nuño, quien a la pretendida reforma educativa la sacó del ámbito laboral para meterla en el ámbito policial.
Hoy se recurre abiertamente y por los canales televisivos a la amenaza represiva, cruda y cruenta. Con ello se evidencia el carácter persecutorio de las evaluaciones y se convierte a la otrora insigne SEP en una de jefatura de policía. En fin.