Ya no hay duda alguna de que México va por la ruta del capitalismo global. El desmantelamiento del Estado de la Revolución Mexicana, la privatización de la renta de PEMEX, la venta a particulares de las empresas del Estado y donde el Estado era socio mayoritario, la desposesión de la tierra y su entrega al capital transnacional, la salida de capitales mexicanos a otras regiones del mundo donde su rentabilidad es mayor que en el país, la minería entregada fundamentalmente al capital canadiense, etc., nos hablan de país que transita por los senderos del capitalismo transnacional.
Y esto es así porque las condiciones objetivas del desarrollo del capitalismo en el mundo han generado la necesidad de la ampliación de las esferas inmediatas del comercio y de la inversión del capital. De allí surge la necesidad de un movimiento ideológico-político que se proponga el desmantelamiento de los Estados-benefactores y del derrumbe de las barreras jurídicas, políticas e ideológicas para conformar un espacio planetario de circulación libre de mercancías y de capital.
A este movimiento se le conoció como neoliberalismo y surgió en la segunda mitad del siglo pasado, aunque tuvo su auge en los periodos de Margaret Thatcher, Ronald Reagan y Karol Wojtyla.
La acumulación o reproducción ampliada del capital exige de por si dos cosas: una es la ampliación del mercado para poder realizar el volumen de mercancías excedentes del nivel anterior y, la otra, es la tecnificación de sus procesos productivos y circulatorios para poder mantenerse activo como capital.
Tal situación lleva necesariamente a la sobreacumulación como resultado de las limitantes absorciones del mercado y de las luchas competitivas con otros grandes capitales. La sobreacumulación o capital ocioso se presenta en diversas modalidades. Una de las expresiones es la incapacidad de operar la tecnología a toda su capacidad productiva.
El mercado de consumo de bienes y servicios no absorbería toda la producción, no porque no hubiera consumidores sino porque estos consumidores no tienen la capacidad de compra de tales productos o servicios. Otras de las manifestaciones del capital ocioso es la existencia sin salida del capital ficticio o capital financiero. Etc.
En esencia el capital ocioso es el capital que no puede capitalizarse por cualquiera de las circunstancias que se le presenten. Y ¿Cuál sería una de las soluciones para la sobreacumulación? La ampliación del mercado efectivo bien sea para la inversión o bien para la venta de las mercancías, de tal manera que en el corto, mediano o largo plazo pudiera capitalizarse.
Para el largo plazo las instituciones financieras y estatales son los instrumentos del capital. Y todas las obras de infraestructura encajan en este renglón. De allí que es correcta, dentro del campo del capitalismo global, la acción de subastar espacios de inversión en infraestructura.
Por lo pronto el subsecretario de Infraestructura Raúl Murrieta Cummings informó que antes de salir el año del 2015 la SCT lanzará un paquete de licitaciones por más de 14 mil millones de pesos del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para más de 700 licitaciones para construir, modernizar y conservar infraestructura carretera en el país.
Y anunció que para el próximo año tal subsecretaría contará con un presupuesto de más de 61 mil millones de pesos. Consideró que 2016 será un buen año para el desarrollo de la infraestructura carretera con acciones complementadas con importantes inversiones privadas, las cuales generarán empleo y bienestar en las diferentes regiones del país. En fin.