Manuel Aguilera Gómez.
Escandalosas, impertinentes, provocadoras, insolentes, son las expresiones de Donald Trump pre-candidato a la presidencia de los Estados Unidos bajo los auspicios del Partido Republicano, la corriente política del derechismo discriminador y agresivo del pueblo norteamericano.
Los pronunciamientos del citado personaje lindan en la esquizofrenia al extremo de ser calificado como expresión anglosajona de un nazismo emergente: es el defensor a ultranza de la libertad sin límites, de la superioridad de la raza blanca, del “estado mínimo” desprovisto de capacidad para restringir la creatividad social, del papel imperial de Estados Unidos sobre el resto del mundo, de la expatriación de los inmigrantes por definición perniciosos y mugrosos, y en fin, de todo aquello contrario a las buenas costumbres propias de Nueva Inglaterra, la cuna de la ese país imperial.
Nadie imaginaba que el millonario inmobiliario pudiese alcanzar la popularidad exhibida hasta el momento. Los observadores políticos confiaban en la caída de la aceptación del electorado debido a lo absurdo de sus planteamientos. Sin embargo, poco a poco, en un clima de escándalo permanente se ha venido consolidando su popularidad.
Los otros pre-candidatos a la presidencia por parte del Partido Republicano no tienen ideas diferentes respecto al futuro de esa gran potencia financiero-militar, blasón del imperio más poderoso jamás erigido en la historia del género humano. Con matices, todos postulan principios y políticas similares y, en ocasiones, más radicales; todos persiguen fortalecer su país a cualquier precio, sin reconocer límites ni atender las realidades del resto del mundo. Las ideas imperiales dominan el escenario político de las elecciones.
“Vamos a recuperar la grandeza de América” es el lema enarbolado por esta corriente política. La campaña de Trump ha logrado renacer en el alma de los estadounidenses “anglos” el sentimiento de superioridad; la conciencia de la gran fuerza financiera, comercial, militar y política de Estados Unidos los ha decidido a enfrentar al “peligro amarillo” en el exterior y la presencia de “color people” en el interior. En el fondo, esta es la verdadera, trágica razón de la simpatía despertada por los estrafalarios planteamientos de este personaje grotesco. Es el racismo imperial.
¿No fue acaso ese mismo sentimiento el inspirador del Consenso de Washington y la aparición de la globalización? Uno de los perfiles de nuestra tragedia se ubica en la adhesión nacional a sus principios: la política económica se orienta a una sociedad sin pobres… porque se fueron, ya no están entre nosotros; huyeron del país o de la vida. Nunca pudieron incorporarse al ferrocarril del progreso.
Fueron excluidos del mundo de los selectos.
Nos hemos preguntado alguna vez ¿quiénes comparten en México las ideas excluyentes y discriminadoras de Trump? Transitoriamente contenida la brutal y descarnada violencia callejera, la octogenaria Convención Nacional Bancaria respiró los aires del puerto de Acapulco.
Los “nacidos para triunfar” se dedicaron a lanzar loas al Banco de México, esa institución otrora fundamental cuando estaba comprometida con el desarrollo del país pero ahora empequeñecida y desvalida de instrumentos de fomento, dedicada a comprar y vender dólares, a lanzar enunciados sobre la inestabilidad monetaria mundial y a implantar metodologías para enmascarar la inflación.
Por encima de cualquier otra responsabilidad busca “La felicidad de los ricos”. ¿Los tres minutos de aplausos del selecto público al gobernador de Banxico tienen alguna otra explicación?
El gobierno de México conduce su política económica y social con apego a las pautas del neoliberalismo, la ideología dominante. Los militantes del partido republicano son, así mismo, los defensores a ultranza de esa filosofía política.
Por encima del estrépito declarativo del gesticulador y demagogo de Trump, las convicciones de ambos gobiernos son, en su expresión fundamental, coincidentes, aunque sus realidades sean distintas. El gobierno estadounidense representa al Imperio; el mexicano, a las colonias.
La torpeza de Trump será la causa de su derrota; prevalecerá la astucia como arma fundamental de la política aplicada por Barack Obama. Con ella, Washington proseguirá alineando a Rusia, a China y a Europa. Así, sin riesgos,