La depresión, un gran riesgo navideño

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Por: Oscar Zúñiga

¡Hijo e’ su! Ahora que hay falta de noticias quise hacer algo sobre un tema que durante muchos años he tocado pero no ha tenido el eco que merece. Pero desgraciadamente se acerca la época decembrina y es cuando esta maldita enfermedad cobra decenas de vidas, muchos la conocen por “depresión”. Cuántas veces no hemos escuchado decir que fulano, mengano, o perengano se suicidaron, pero hasta para las autoridades todo queda hasta ahí sin investigación del porqué.

Hasta ahora a nadie le importa, ni les importará lo que está sucediendo con la desintegración familiar, vemos matrimonios que aparentemente están bien, y de pronto vemos que se separan los padres de la familia, esto deja indefensos a los hijos, quiénes posiblemente ya arrastran una depresión porque durante años vieron o escucharon los pleitos entre sus padres, quizás esta causa los lleve a que a muy temprana edad lleguen a las garras del alcoholismo o a la drogadicción.

Esto nos da pie a pensar que cualquier matrimonio puede sufrir actualmente estas consecuencias, pues desde hace años que ya nos olvidamos de los valores morales, y por lo tanto, ya nuestros hijos ni siquiera saben de lo que esto significa para el buen funcionamiento de una familia. Hace algunos años se creía que esto de los suicidios y la depresión solo afectaba a las familias más pobres y con menos educación, hoy ya está comprobado que esta enfermedad no respeta a ninguna clase social.

Aun recuerdo que hace casi 20 años hubo más de 130 suicidios al año en nuestro estado, el gobierno en aquel entonces lanzó una mini campaña para frenar los suicidios, pero no fueron contundentes, ya que desgraciadamente esta campaña fue solo una llamarada de petate. Hoy se sigue corriendo el mismo riesgo, pues con la desintegración familiar que es en gran parte la causante de llevar a la depresión a cualquier persona, y de cualquier edad, nadie se encuentra a salvo.

Ya que cuando la pareja trabaja, esto hace lo que los hijos se queden solos la mayor parte del tiempo, y cuando sus padres regresan llegan cansados de trabajar y es muy poca, o casi nula la atención que les prestan a sus hijos, es aquí donde puede comenzar el alcoholismo y la drogadicción, ya que el único respaldo para los hijos son los amigos que quizás vivan la misma soledad y el abandono por sus padres. Y al no haber un freno, la libertad de que gozan se convierte en libertinaje.

Hace algunos años, me propuso este alto funcionario del gobierno de aquella época, que hiciera una investigación de los niños en situación de calle, el me financió todo, y aún recuerdo todo lo que vi,  y viví con ellos y se me eriza la piel todavía. Convivimos mi compañero fotógrafo y yo con chamacos de entre 10 y 18 años que ya eran pandilleros de las diferentes colonias de nuestra bella capital, entre los adolescentes también había niñas de 14 a 16 años que curiosamente estudiaban la secundaria y todos ellos eran consumidores de alguna droga y cuando no tenían más hasta consumían resistol.

Fueron más de 18 días los que convivimos con ellos día y noche, debo aclarar, que la mayoría de ellos tenían a sus padres, otros solo tenían a su madre, pero en estos últimos, tristemente las madres se dedicaban al oficio más antiguo del mundo que es la prostitución, varias veces llegamos a acompañarlos por las noches, donde salían a robar copas y espejos de vehículos para comprar droga, las chamacas por tal de sacar dinero le hacían sexo oral a quienes aceptaba la propuesta de pagar 50 pesos.

De la misma forma nos tocó ver a los hijos de las mujeres que se dedicaban a la prostitución, de cómo eran sacados a las tres de la madrugada de su dormitorio porque sus madres metieran a su galán a dormir, así mismo, me tocó ver muertos en las balaceras del 2010 algunos de los muchachos que yo conocí en esa investigación, porque desgraciadamente sin que nadie los reprimiera habían ingresado a las filas del crimen organizado.

Quizás muchos que lean esto, y dirán, porqué tanto rollo, pero esto es la verdad, y es a lo que lleva finalmente a sus hijos la desintegración familiar, esto es lo que deja también como consecuencia la falta de valores morales aplicados en el seno familiar, y finalmente llega la depresión para quienes viven este martirio, tanto los hijos como los padres, por último, esto se puede prevenir a tiempo,  sí, solo que como padres debemos asumir las responsabilidades que nos corresponden. “Es mejor prevenir a tiempo que lamentar”.

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