Los amigos del peligro

IMAG2253La Yunta

Por: Oscar Zúñiga

¡Hijo e’ su! Por qué no, me dije, escribir sobre nosotros los periodistas gráficos que mucha gente no nos conoce creo que también hay derecho. Hace unos días recibí de mi amigo Fernando Gutiérrez la invitación para un desayuno de año nuevo con los compañeros columnistas de Nayarit. Quizás esta reunión que sería más que nada de amistad y de apoyo entre todos nosotros me hizo levantarme más temprano.

La cita a las nueve de la mañana en el Hotel Fray Junípero Serra. La verdad me tuve que ir en taxi, ya que mi vehículo está descompuesto, pero llegué media hora antes y me di el lujo de llegar con mi amigo Baldo a bolear mis zapatos. Ya en la silla de bolear, un poco nervioso mi vista la giraba para todos lados esperando ver si mis compañeros llegaban. Y no veía a nadie.

La gente ya pasaba y pasaba por el portal como cotidianamente lo hace para llegar a sus trabajos, pero nadie conocido, Baldo termina de bolear mis zapatos y me dice: “Listo Zúñiga”, me bajo de la silla y casi me caigo, me dije, nervioso yo, la verdad era que había compañeros que desde hace tiempo no los veía, pero sé que cada uno trabaja diariamente en su trinchera y en diferentes medios de comunicación y del estado.

Quince para las nueve de la mañana entro al restaurant, volteo para todos lados y veo una mesa lista para más de quince personas, y veo solo al maestro Pérez sentado saboreando un delicioso café, veo que me hace señas como diciéndome, “aquí es”, camino hacia él, se levanta y me da una abrazo y me dice, “feliz año compañero, siéntate no tardan los demás”.

Y efectivamente, minutos antes de las nueve ya estábamos reunidos casi todos los de la Asociación de Columnistas, excepto cuatro que no estuvieron, don Exequiel Parra Altamirano, su hija, Oscar González Bonilla. Exequiel al parecer hoy por la tarde regresa de la Ciudad de México donde se fue a pasar sus vacaciones, y Oscar González según escuche también se fue a su rancho a pasar estos días de vacaciones.

Note entre mis compañeros que no había la alegría de este tipo de reuniones, pues nos hizo falta uno, sí, Francisco Cruz Angulo que apenas hace unos meses se nos fue de este mundo, un gran compañero y amigo conocido de este servidor desde los principios de los años setentas en la fundación del Diario del Pacífico. Para varios fue al igual que muchos otros lo han sido, maestro de numerosos periodistas.

Hago la aclaración, yo en los setentas era muy joven, no era periodistas, pero había cercanía con ellos por mi hermano Arturo Manuel Zúñiga Estrada (a) “El Guacho Zúñiga”, esto es una historia muy larga que espero en dios me de vida para un día trasmitirles todo lo que vivieron aquellos periodistas fundadores del Diario del Pacífico que cambiaron la historia de Nayarit y fueron perseguidos por el gobierno. De esa Gente era mi amigo Pancho Angulo como era más conocido. Descanse en paz y un fuerte abrazo hasta dónde estés, aquí te seguiremos recordando.

Y así, con llamadas de atención a los meseros, ya que había mucha gente pedimos la carta para escoger cada quien lo que deseara desayunar, unos pedimos machaca a la mexicana, otros arrachera, otros puntas de filete, uno que otro un huevos al gusto, eso sí, con su respectivo jugo de naranja o jugo a elegir, pues el café se servía desde que ibas llegando. Ya con el pedido hecho el mesero se retira y comienza la plática entre amigos, y dan inicio las anécdotas vividas durante los años que llevamos en esta dura profesión.

Hasta ese momento se da uno cuenta que la amistad entre nosotros no se terminará porque nos unen muchas cosas y entre ellas el peligro. Aún recuerdo las veces que me tocó a mí y otros compañeros cubrir eventos en el corazón dela sierra, no políticos sino donde había de por medio muertos, algunas veces por la noche que no había ni donde dormir, y si te regresabas era de madrugada con riego que te atacaran a balazos y uno sin nada que defenderse más que la pluma y la cámara fotográfica. Qué tiempos aquellos.

Pero también tengo yo buenos recuerdos, una vez me invitaron a una comunidad indígena donde el problema era que el mismo gobierno les quitaba sus enseres de trabajo (canoas y redes para pescar). Ahí fui atendido a tal grado que me dio vergüenza hasta el tomar agua, pues las mujeres caminaban casi tres kilómetros para conseguirla, y a mí me daban un vaso de esos de las veladoras grande, lleno para que tomara cuando el balde donde la traían apenas sí agarraba no más de diez litros.

Y sin faltar tenía mi cama, cuatro palos deteniendo un cuadro de tablas tejido con mecate a poco más de un metro del suelo, y de colchón unos cartones. Pero mi satisfacción fue, que con mis escritos dejaron en paz a esta comunidad y hasta la fecha siguen pescando, esto son los buenos recuerdos que son de cada uno de nosotros para toda la vida.

Es por eso que digo, qué bonito se sintió que cada uno que llegaba a la mesa le daba un abrazo fraterno al que ya estaba, esta amistad no se puede ocultar, se platicaron muchas anécdotas de unos y de otros, algo que algún día se podría escribir un libro con tantas vivencias, y más de los gobernantes que hemos tenido.

Pero bueno, dicen que nada es eterno y es verdad, horas después de nuevo el abrazo, pero ahora de despedida y también de buenos deseos para este año que inicia, yo solo puedo decir, gracias amigos y compañeros, gracias por su amistad y mientras dios no lo permita creo que nos seguiremos reuniendo.

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