Por: Sergio Mejía Cano
En una charla informal entre unos camaradas y un servidor salió a relucir la carta que la presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo (CSP) enviaría el día de ayer martes al presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump; y no faltó quien dijera que la presidenta de México se estaba queriendo poner con Sansón a las patadas, pues, según quien dijo esto, CSP daba a entender que está retando al anaranjado empresario norteamericano.
Obviamente que este pronunciamiento del camarada en cuestión generó cierta polémica, ya que lo único que está haciendo nuestra presidenta es responder con dignidad a los amagos y claras amenazas de Trump de que aplicará un 25 por ciento en los aranceles de los productos que lleguen de México a su país; eso y nada más, ya que constantemente CSP ha dicho que los tres países que conforman Norteamérica que son Canadá, Estados Unidos y México, se complementan en el comercio y no tiene por qué haber sumisión entre estos países, principalmente de México hacia los Estados Unidos, pues debe prevalecer un diálogo de iguales, ya que México es un país libre, soberano e independiente.
Se tocó también el tema al respecto, de una crítica que hace en las redes sociales la senadora panista, Lilly Téllez hacia CSP, en donde la llama torpe y autoritaria, añadiendo que la carta que dio a conocer en su conferencia matutina nuestra presidenta, más parece dirigida a los acarreados a sus mítines y, además, hace una afirmación -sin pruebas de por medio- cuando dice en su mensaje esta senadora que, al parecer ya está lista para ingresar a la casa de la risa, de que cree (CSP) que Trump ignora que uno de los “negocios criminales más lucrativo de Morena es el tráfico de personas a EU”.
Sin embargo, quien está dando claras muestras de ignorancia es precisamente la señora Téllez, pues existe la posibilidad de que Donald Trump no nada más ignore la realidad de lo que es el que haya tantos migrantes, sino también que ignora muchas otras cosas, ya que siempre este demente magnate ha vivido desde siempre en una burbuja de cristal que lo ha alejado de toda realidad, de ahí su creencia de la supremacía blanca y de lo que han significado los migrantes no nada más del sur de su país, sino de todo el mundo que son los que han conformado ese ahora esa poderosa nación y más, porque Trump parece ignorar o se hace pato de que él también es hijo de inmigrantes, aunque eso sí, güeros y de ojos claros, como si esto diferenciara a un humano de otro, precisamente como humanos y no nada más de color de piel y ojos.
Lo que sí queda claro es que esta forma de pensar de Lilly Téllez, así como la del camarada que dijo que CSP se estaba poniendo a las patadas con Trump, es el producto de la educación que se implantó en la etapa neoliberal en nuestro país, una educación que prendió más debido a la sumisión obligada hacia el invasor europeo que les infundieron a nuestros antepasados esos invasores cuando avasallaron a los antiguos moradores de Mesoamérica y demás partes del continente americano.
Cierta vez leí u oí a alguien decir que de acuerdo a estudios del porqué la mayoría de los mexicanos al hacer una petición cerraban esta petición con un “no”, como, por ejemplo: ¿señor, me podría dar un aumento no? Y que este no se debía a que cuando se estableció la Colonia española, cuando los oprimidos le pedían o solicitaban algo a su esclavista, de antemano sabían que recibirían una negativa. Claro que en algunas regiones de México en vez de ese no se culmina la pregunta con un “sí”, pero este sí se hace también en forma de pregunta, también a sabiendas de que la respuesta será por lo regular en forma negativa.
Por desgracia, la sumisión la tenemos muy arraigada los mexicanos de ambos sexos. Esto se puede ver cuando se agacha la cabeza ante un personaje poderoso, ya sea económicamente o con un cargo político de altos vuelos. O como muchos trabajadores se inclinan ante los regaños de su patrón o empleador y no nada más por temor a perder su empleo en caso de responder con dignidad, sino por considerar a un empresario o político como un ser superior solo por su posición social o de influencia; lo mismo con algunos de los políticos que, a pesar de ser claramente como entes ignorantes, al ocupar un cargo como jefe del Poder Ejecutivo en sus tres niveles federal, estatal o municipal, de ser el chicarcas, el cacarizo, el tarolas, etcétera, al ser presidente federal o municipal o gobernador, pasa a ser “el señor o la señora”.
Sea pues. Vale.