Por: Octavio Camelo Romero

Ni en los años de gloria de la Unión Soviética el capitalismo global había sido tan ferozmente atacado como lo fue por los gobiernos del G20 disque para salvaguardar la vida y la salud de los habitantes del planeta tierra de las garras del covid-19. Pero lo único que demostraron esos conglomerados de burócratas políticos que en nombre del capitalismo nos gobiernan, fue una absoluta incapacidad para enfrentar al “coronavirus”.

En lugar de aislar a quienes resultaron contagiados, aislaron a toda la población junto con los contagiados y decretaron la suspensión del proceso de valorización del capital en general. De inmediato se sintió el desatino de tal medida al ser arrojados a la calle a millones de trabajadores y a miles de empresarios micros, pequeños y medianos.

Más aún, se sintió el desabasto de medicamentos y agro-alimentos con el correspondiente incremento en los precios de las mercancías por la sobredemanda existente. Esta situación obligó a las burocracias políticas del mundo a flexibilizar a desdecirse y a permitir que ciertas empresas siguieran trabajando.  Sin embargo, el castigo para el capitalismo global seguía vigente, pues los grandes capitales trasnacionales permanecían inactivos, con una planta de trabajadores disminuida pero activa en cuanto al pago de sus salarios.

Empero, las burocracias políticas que en nombre del capitalismo seguían gobernando al mundo, permanecían en su postura de no permitir la reapertura de las grandes empresas industriales y consecuentemente, en seguir obstruyendo los procesos normales de valorización de los capitales, chicos, medianos, grandes y hasta de los transnacionales.

La ineptitud, incapacidad, ineficacia de las burocracias políticas gobernantes no menguaba, sino por el contrario crecía. No solo aumentaban los contagiados y los muertos por el covid-19, también crecía el número de desempleados y de pobres, aumentaba el número de actos delictivos, de asesinatos, de robos, de desesperados y se incrementaba el número de empresarios descontentos con las medidas gubernamentales.

La cuestión no es un asunto de moral, de ética, sino de intereses y de sobrevivencia del sistema capitalista de producción, de permanencia de la forma capitalista de vida de la sociedad. Por eso la supervivencia del capitalismo global se estableció como la prioridad fundamental. Y para preservarla, había que reactivar a gran velocidad la producción y circulación de mercancías, capitalistas.

Una consecuencia inmediata es el aumento de contagios porque se sigue dejando a los contagiados del covid-19 con sus familias. Pero también hay consecuencias para los trabajadores; su salario nominal disminuirá por efecto de las sobre oferta de mano de obra, ya que se han incrementado los desempleados, despedidos, etc.

Pero además el salario real, o sea, la capacidad de compra, ha disminuido a consecuencia de la inflación y los bajos salarios. El asunto es, que los capitales transnacionales verán incrementadas sus ganancias extraordinarias, pero, si esa tendencia persiste, se avecina una peor crisis capitalista, peor que la que se está viviendo en la actualidad.

Sin embargo, China pudiera jugar de nuevo el papel de salvador del capitalismo al poner a disposición de los capitales transnacionales su gran mercado mercantil y financiero. Todo capital ocioso lo único que busca es su valorización. Por ello obligaron a los gobiernos de G20 a reactivar la economía. Y en México empezamos el lunes. En fin.