AL PUEBLO DE NAYARIT

la yunta“El hombre y el programa son la misma cosa. Un candidato sin programa es como un ave sin rumbo. Un programa sin un hombre convencido de su validez y resuelto a cumplirlo, equivale a una proclama sin destinatario”. Vicente Lombardo Toledano.  20-IV-1963.                                                     

Como todo el mundo, los nayaritas estamos pasando por varias crisis que aumentan las desigualdades, agudizan la pobreza, acrecientan las carencias sociales y elevan el número de personas vulnerables y desvalidas. En nuestra entidad, tan solo la “Corona-crisis” ha cambiado nuestra forma de vivir y convivir y ha causado ya más de 1 000 muertes, ha dejado sin trabajo a miles de nayaritas y les ha quitado ingresos a millares de nuestras familias.

Somos un estado cuyo histórico rezago social crece: del año 2005 al 2018 pasamos de grado bajo a grado medio y del lugar 20 al 11, acercándonos a Oaxaca que es la entidad más rezagada de México. La desigualdad baja por ampliación de la pobreza, no por mejora del ingreso, ya que para el nayarita bajó a 70% de la media nacional; a más de 500 mil  (40% de la población) no nos alcanza el ingreso para satisfacer nuestras necesidades elementales de educación, salud y vivienda; y lo peor: más de un cuarto de millón de nayaritas son tan pobres que no tienen ingreso o no les alcanza para comprar siquiera una canasta básica de alimentos, en un estado que podría abastecer de muchos alimentos al país.  Y este panorama de rezago y pobreza ha empeorado, porque la pandemia ha acabado con 14 mil empleos en 2020.

En lo económico y social, pues, es claro el rezago. Muchos no se explican el por qué, ya que la naturaleza ha sido generosa con Nayarit, pues cuenta con recursos suficientes para poder desarrollarse: aguas, tierras, climas, sol, lluvias, playas, minerales, bosques, flora, fauna terrestre, acuática y aérea, además de magnífica localización con carreteras, ferrocarril, puertos aéreos y marítimos propios o cercanos que nos enlazan a importantes mercados internos y externos de mercancías y de turismo.

 Sin embargo, la historia mundial nos dice que se puede tener la geografía, pero que si no se lleva la política correcta y no se tienen las instituciones políticas adecuadas y las consiguientes instituciones económicas que de ellas derivan, las naciones fracasan y los gobiernos revientan. El mejor ejemplo reciente de esta explosión nos lo ofrecen los países árabes, cuyas protestas en 2010-2012 en respuesta a regímenes totalitarios originaron el derrumbe de gobiernos que llevaban hasta 42 años anquilosados en el poder.

Casi todos aceptamos que lo que ha faltado es capital y muy pocos, que también carecemos de el recurso humano adecuado. Pero casi nadie admite que nuestra principal debilidad radica en el atraso político que padecemos y que ha venido condicionando el desarrollo general; y que la gestión pública que hemos seguido desde antaño ha sido ineficiente para que las interacciones entre el Estado o la estructura del gobierno (que es su órgano de expresión), las organizaciones de la sociedad civil y el mercado sean capaces de lograr un equilibrado, igualitario, sustentable y sostenido desarrollo económico, social y, por supuesto, político-institucional.

No queremos entender que nuestra gobernanza ha sido débil por falta de perspectivas políticas y por otros males históricos, tales como caciquismo,  corrupción, impunidad, oportunismo, protagonismo individual y clasista, falta de compromiso con el pueblo y real comunicación y conocimiento de sus necesidades, empirismo, improvisación, autoritarismo y otras desventuras, que han afectado el buen gobierno y han impedido que las y los nayaritas nos movilicemos con sentido democrático como fuerzas productivas y sociales realmente protagonistas de cambios de a de veras y no simples remedos.

Tampoco concebimos que, salvo en los años 1970’s el PPS de Alejandro Gascón Mercado, Salvador Castañeda O’Connor, Manuel Stephens García, Raúl Rea Carvajal, Rafael Gómez Aguilar, Santos González Gallo, Sabino Hernández Téllez, los partidos políticos no han tenido verdaderos liderazgos; que pasan por crisis de credibilidad; y que sus alianzas, más que responder a estrategias políticas de desarrollo, obedecen a conveniencias personales o de grupos para afianzar sus dominios o áreas de influencias, como parecen perfilarse en la ya inmediata contienda electoral.

Además, la llamada “nueva normalidad” ha puesto al descubierto que estamos en el umbral de un mundo desconocido en que las cosas irán cambiando velozmente por la incesante revolución tecnológica con serias consecuencias en empleo, educación, salud, estructura de la población, movilidad de las cosas y de nosotros mismos, por ejemplo.

Esta nueva realidad implica que debemos levantar la vista no con la miopía de la inmediatez con la que acostumbramos mirar el futuro, sino hacia un

horizonte de muy largo alcance y para el que nos tenemos que ir preparando. Y esto exige contar con gobernantes experimentados y expresamente capacitados para encabezar, dirigir y movilizar a los cruzados que deben ir forjando el porvenir, pues sería irresponsable y hasta criminal heredarles a las siguientes generaciones sólo las herramientas con que nosotros enfrentamos nuestros tiempos, ya que serán obsoletas e insuficientes. El reto es enorme, pero no es imposible de lograr. ¡Un mundo mejor es posible!

El Gobierno de la República, que preside Andrés Manuel López Obrador, a diario nos está señalando que hay que atacar de raíz el régimen político que venía imperando por decenios para poder darnos las instituciones políticas que requerimos. Pero éste es un proceso que antes exige tener el adecuado basamento legal que permita modificar las instituciones existentes o crear las nuevas que necesita el gobierno para cumplir el Plan Nacional de desarrollo y que necesitamos los ciudadanos. De ahí la trascendencia de las reformas que ha hecho el Poder Legislativo y de las que aún faltan; y de ahí, también, la importancia de obtener las mayorías necesarias en el Congreso de la Unión mediante las elecciones de 2021, así como los congresos locales y las gubernaturas que en paralelo habrán de elegirse.

Vivimos tiempos muy difíciles; estamos en una lucha social diaria entre los que se resisten al cambio, los conservadores, y los que buscamos que México y Nayarit se desarrollen en beneficio no de los pocos privilegiados por el poder político y económico, sino de todos, pero sobre todo de la mayoría marginada, los transformadores. Y en esta clase de luchas las fracciones de uno y otro bando tienden a unificarse. Históricamente así ha sido, tanto en las revoluciones de la Independencia y de la Reforma como en la de 1910-1917. Así pasó en Nayarit en 1975, cuando sólo el fraude electoral pudo evitar que Alejandro Gascón fuera Gobernador de Nayarit y que el Congreso local y los ayuntamientos se vistieran solferinos.

Hoy se requiere que las fuerzas progresistas dejen a un lado las diferencias y vuelvan a aliarse, porque los demonios de la derecha están al acecho; las aguas y los aceites de antaño se sienten tan débiles que, ya sin máscaras, se están juntando para ofrecer un frente común al gobierno y sus aliados.

Ante estas circunstancias, la Unión Mexicana de Productores de Alimentos (UMPA) de Nayarit se pronuncia por que tanto a nivel nacional como distrital, estatal y municipal los institutos políticos  que comulgan con la idea de transformar a México y a Nayarit se unan en un Frente Popular Democrático del que surjan las mejores mujeres y los mejores hombres como candidatos a los puestos de elección popular y, como producto de la participación masiva y democrática de la ciudadanía, brote una plataforma electoral que ofrezca luchar para que el Presidente Andrés Manuel López Obrador cumpla ya su promesa de “rescatar del abandono el campo y a sus pobladores”, así como por una gobernabilidad nueva que se fundamente en la renovación de las prácticas hasta ahora seguidas, para que se puedan conocer con rigor los factores involucrados en estos procesos, creando formas frescas de gobierno que asuman su gestión de manera creadora, contextualizada y comprometida con un desarrollo y una democratización reales, desde el respeto irrestricto a la constitución  y demás cuerpos legales del país, velando por desterrar el burocratismo y otras formas de anquilosamiento y esquematismo.

Esta nueva gobernabilidad deberá estar acorde con las nuevas y cambiantes normalidades que estaremos viviendo y tendrá que ser ejercida por servidores públicos capacitados para “hacer de la gestión política una forma de actuar para la mejora y no una forma más para hacer política” y que conciban la política como “la ciencia de transformar la miseria en bienestar, la escasez en abundancia, la injusticia en justicia, la dependencia en libertad y el temor a la vida en la alegría de vivir”.

         ¡UN NAYARIT MEJOR ES POSIBLE, LUCHEMOS POR LOGRARLO”

          UNIÓN MEXICANA DE PRODUCTORES DE ALIMENTOS (UMPA).

                                   Antonio Chumacero Gómez.

                               Coordinador General en Nayarit.

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