EL CORTOPLACISMO TÁCTICO DE LOS MOVIMIENTOS DE IZQUIERDA

logoPor Octavio Camelo Romero

De acuerdo con algunos sociólogos y comunicadores, los movimientos sociales se proponen dos tipos de objetivos a alcanzar en dos  periodos de tiempo distintos y, evidentemente en dos circunstancias histórico-sociales diferentes. Los plazos son corto y mediano plazo. En el mediano plazo los movimientos de izquierda se proponen cambiar el régimen de producción de la vida social y, en el corto plazo, el objetivo es cambiar la conciencia, comportamiento, actitud, mentalidad, etc. de los individuos de la sociedad de conformidad con la nueva y futura vida social.

Ante esta situación a la izquierda se le presenta un doble problema. Por un lado determinar una estrategia y, por otro, establecer ciertas tácticas. Sin embargo, algunos movimientos que se autodenominan de izquierda, han elegido para el corto plazo la vía electoral. Su dificultad central es entonces, determinar la táctica electoral que les posibilitará ganar en el corto plazo bajo la perspectiva del mediano plazo.

En práctica parece que ganar en el corto plazo está es contradicción con ganar en el mediano plazo.

Para satisfacer las necesidades inmediatas de supervivencia de la población, pero en especial de aquella que dentro de la situación de pobreza se localiza en los estratos más pobres, surge la necesidad de ganar las elecciones y controlar las instituciones del Estado a todos los niveles.

Sin embargo, ganar esas elecciones puede, no obstante, desactivar la capacidad de los movimientos de izquierda para ganar la batalla de mediano plazo que entraña el objetivo fundamental de las izquierdas. Desde luego que la manera de evitar esto es, no involucrarse en la política electoral.

El involucramiento de los movimientos sociales de izquierda en las elecciones tiene, de manera inmediata, dos efectos negativos. Uno es que los distrae de organizar la batalla de mediano plazo y, el otro, es que desilusiona a los integrantes de la sociedad que a los dirigentes de la llamada izquierda ven como mercachifles de la política, sobre todo cuando hacen el llamado a votar por personas que no están comprometidas con transformar el sistema capitalista en que se vive.

La coalición PAN-PRD-MC denominada “Por México al Frente” certifica de manera concluyente que las necesidades de la vía electoral tienden a desplazar las convicciones doctrinarias. No es la única prueba, pero sí la más clara de que los antiguamente intocables principios ideológicos que, entre otras cosas servían para diseñar la plataforma programática de los partidos, es decir, la oferta política, económica y social que propondrían a los votantes. Y hoy son eclipsados por un pragmatismo, cuyo propósito es obtener votos y ganar las elecciones.

No se trata de una manera inédita de hacer política, de hecho, en periodos electorales locales se han celebrado alianzas partidarias entre estos partidos que, antes de concretarse, se antojaban improbables. La novedad en este caso reside en que es una alianza por la presidencia de la República y las fuerzas agrupadas en este “frente” son antagónicas, tanto en su discurso público como en la percepción que la ciudadanía tiene de ellas.

Claro que comparten una caracterización genérica de los principales problemas que aquejan al país, pero las soluciones a tales situaciones problemáticas no quedan difusas, a menos que de eso se trate. En fin.

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