LA CULTURA EN EL CONTEXTO GENERAL DE LA PROMOCIÓN Y GESTIÓN CULTURAL, SITUACIÓN Y PERSPECTIVAS.

IMG-20190125-WA0003ANTROPONOTAS DE NAYARIT Por Raúl A. Méndez-Lugo

Consultor de Políticas Educativas y Culturales

para el Desarrollo Regional.

INTRODUCCIÓN.

La cultura como concepto teórico-metodológico constituye, sin duda, una de las discusiones académicas más abundante, profunda y rigurosa en la evolución y desarrollo de la sociedad contemporánea, pues de ello ha dependido, en gran parte, la diversidad de políticas institucionales, privadas y de la sociedad civil que se retroalimentan o se rechazan frente a los grandes problemas de la existencia humana.

Se puede decir que en el siglo XIX, el estudio de la cultura como concepto central de la antropología como disciplina científica, aparece como concepto inseparable del paradigma hombre-naturaleza-sociedad.  Tanto los filósofos materialistas como idealistas, no se equivocaron en considerar a la cultura como la llave maestra, capaz de explicar los fenómenos sociales, económicos y políticos de una sociedad históricamente determinada, quienes apoyados en el principio dialéctico que tiene el proceso del conocimiento, no escatimaron esfuerzos en analizar y discutir la importancia que tiene la cultura en la definición de los rasgos que identifican y caracterizan a los pueblos.

Por lo anterior, este pequeño ensayo tiene como objetivo fundamental proponer el conjunto de “usos y costumbres” que tiene actualmente el concepto de cultura, tanto a nivel de las políticas para su investigación, conservación, promoción y difusión que aplican los distintos tipos y niveles de gobierno, así como la respuesta también diversa que perciben, proponen y ejercen los distintos sectores de la sociedad civil, tomando en consideración los niveles de conciencia que tiene la sociedad sobre sí misma.

EL CONCEPTO DE CULTURA

Vamos a empezar diciendo que de acuerdo a lo que nos interesa del concepto de cultura, éste no es, en ningún momento, sinónimo de sociedad, mucho menos, sinónimo de “sabiduría”, es decir, desde hace mucho tiempo, el concepto de cultura como concepto teórico-metodológico nada tiene que ver con “lo culto”, de un individuo, grupo social, región o nación.  En este caso, el concepto de cultura nos interesa como un instrumento teórico-metodológico efectivo y capaz para conocer la realidad y, por ende, para transformarla.

El hombre como ser social o en sociedad, se mueve en una relación dialéctica intermitente por lo que se puede sintetizar que el hombre piensa-produce-piensa, etc. Es decir, toda sociedad se estructura sobre la base de una forma de pensar y una manera de producir, por lo que estamos convencidos que para que cambien las formas de producir, se requiere necesariamente que también cambien o se “revolucionen” las formas de pensar.

Según algunos antropólogos “marxistas”, plantean que la cultura de un pueblo es el conjunto de formas fenoménicas singulares que presenta un grupo social o sociedad en un tiempo y espacio determinado, formas singulares que pueden ser tangibles o intangibles, tanto en lo económico-productivo, como en las relaciones sociales que se establecen para ello y, por supuesto, en las formas de pensar, la ideología y los niveles de conciencia que haya alcanzado dicho grupo social, incluyendo por supuesto la religión. Sin embargo, dichas formas fenoménicas singulares que presenta una determinada sociedad no alcanzarían a constituirse como rasgos de la cultura, si éstos no se enfrentan y participan en la solución de los problemas de su existencia.

Con base en lo anterior, reiteramos que cultura no es sinónimo de sociedad, sino sinónimo de la esencia de la sociedad, mejor dicho, de la singularidad que presenta la sociedad en todos sus ámbitos. Expresado de otra forma, en todas las sociedades comen, saludan, construyen, cantan, hablan o escriben, en sí, estos términos no constituyen rasgos culturales, serán tales cuando definamos la diversidad de comidas, saludos, construcciones, cantos, idiomas y alfabetos que son propios de cada sociedad en cuestión.

LA CULTURA COMO POLÍTICA DE ESTADO:  ACEPTAR SU POTENCIALIDAD LIBERADORA O SER UN INSTRUMENTO DE LA DOMINACIÓN.

La educación y la cultura como políticas de estado, casi siempre, desde el siglo XVIII y, con mayor rigor, en el siglo XIX y parte del XX, han estado íntimamente relacionadas con el objetivo sustantivo de integrar lo que han denominado la nacionalidad y, por ende, fortalecer ésta como identidad. Desafortunadamente, esta concepción entró en crisis en la segunda mitad del siglo XX a nivel mundial, sobre todo, en los territorios nacionales, donde la diversidad étnico-cultural es sumamente importante y trascendental.

El desarrollo de las políticas culturales etnocentristas y autoritarias, tuvieron un papel protagónico en las jóvenes naciones recién liberadas de las coronas imperiales, así como en el proceso de formación del capitalismo como modo de producción dominante en todo el mundo. México no fue la excepción, desde su nacimiento como nación, la política educativa y cultural tuvo como objetivo integrar un territorio disperso, con el español como idioma oficial y con la veneración de los héroes y símbolos patrios, contenido supremo de la enseñanza laica, todo ello para hacer posible y real la identidad nacional de los mexicanos.

¿Pero quiénes éramos los mexicanos en el siglo XIX ?  Los mexicanos eran en un 90% gente del campo, del sector rural, y sólo el 10 % vivían en las ciudades. Las políticas en materia educativa, cultural y artística más importantes se ejecutaban en los grandes centros urbanos y cuando éstas empezaron a salir de dichos contextos sociales hacia la provincia, se llevaron a cabo como simples acciones de extensión y difusión efímera del acontecer central, y, en el mejor de los casos, se adoptaron como imitaciones de muy baja calidad. Con ello quiero decir, que durante muchos años la política educativa y cultural de los gobiernos de la república y de los estados, se exportó de las grandes ciudades a otras de menor rango, acciones y obras que venían a considerarse como elementos de modernidad y progreso, política que hasta nuestros días se viene repitiendo por esta concepción de política cultural de carácter etnocentrista y de dominación política e ideológica.

Con la Revolución Mexicana de 1910 a 1940 cambiaron, sin duda, algunos aspectos de la vida económica, social y política de nuestro país. La unidad productiva que caracterizó a la época del porfirismo, la hacienda agrícola y ganadera, indiscutiblemente casi desapareció, surgiendo como nuevos protagonistas los ejidatarios, comuneros indígenas y pequeños propietarios agrícolas en el escenario nacional, así como diversas organizaciones de trabajadores sindicalizados producto del incipiente sector industrial.

La educación básica y la alfabetización se vio favorecida por los gobiernos del “nacionalismo revolucionario”, sobre todo, nadie puede negar las transformaciones sociales que impulsó la administración del Gral. Lázaro Cárdenas del Río, de 1934 a 1940, efervescencia que se prolongó de más a menos hasta la gestión de Adolfo López Mateos, enterrando al llamado “milagro mexicano”. El gobierno nefasto de Gustavo Díaz Ordaz, quien generó una nueva crisis en el campo, migración,  pobreza, descontento e inconformidad social, iniciando así una nueva época para la transición política en México, transición que podría decirse que concluyó con la expulsión del PRI-gobierno del palacio nacional, lo cual no quiere decir, que ello implique un cambio significativo en la calidad de vida de los mexicanos, pero que sí representa el fin de una época de la historia política de México y la transición de un paso importante hacia la democracia.

En este contexto económico, político y social de los últimos treinta y cinco años de la historia de México, las políticas culturales se han transformado considerablemente. La nueva concepción del carácter pluricultural, multiétnico y plurilingüe de la nación mexicana ha generado una nueva visión del desarrollo del país, han surgido nuevos elementos de análisis de la historia y la cultura nacional y regional, por tanto, ahora estamos en condiciones de evaluar lo que se ha avanzado, pero también, de identificar las fortalezas y las debilidades que presenta la política cultural y artística a nivel nacional, pero de manera muy importante, el papel que juegan las regiones en su propio desarrollo. Es aquí donde debe considerarse el análisis y la discusión sobre la importancia de la promoción y gestión cultural, en la perspectiva de mejorar en su esencia la política educativa y cultural, política que debe partir del conocimiento de la historia y cultura de las regiones, pero sobre todo, de la participación y organización de las comunidades como única alternativa en lograr los cambios sustantivos que siguen reclamando las mayorías de nuestro país.

CONCEPTOS BÁSICOS DE LA PROMOCIÓN SOCIAL PARA LA ORGANIZACIÓN COMUNITARIA Y EL DESARROLLO CULTURAL.

La promoción social constituye un proceso teórico-metodológico que tiene como objetivos investigar, conocer y sistematizar la situación económica, política y social de la comunidad, así como valorar el conjunto de manifestaciones culturales que históricamente ha determinado y caracteriza dicha situación comunitaria, es decir, ubicar en el tiempo y  en el espacio el potencial de desarrollo y mejoramiento de la calidad de vida de un sector social o comunidad determinada, reconociendo las causas y los efectos que configuran la problemática detectada.

Tomando en consideración la definición arriba señalada, es importante destacar que en los últimos años, las principales experiencias de promoción cultural en Europa, África, Asia y América Latina, han recurrido a la relación tricategorial del desarrollo sustentable, la cual está conformada por patrimonio natural, patrimonio cultural y desarrollo económico. En este contexto es como se han instrumentado proyectos de desarrollo comunitario, que van más allá de acciones aisladas de tipo meramente cultural, sino que éstas se encuentran dentro de una estrategia mayor de desarrollo, que implica de manera integral el mejoramiento de las condiciones de vida de la comunidad y del medio ambiente.

Por otra parte, esta estrategia de promoción social contempla la creación de un espacio de reflexión crítica del colectivo social, como es el caso de los ecomuseos y museos comunitarios, dignos representantes de la nueva museología internacional, donde México y Nayarit, participan activamente. Este espacio de reflexión tiene como conceptos básicos e indisolubles Territorio-Patrimonio-Comunidad, propuestos en 1971, durante la IX Conferencia del Consejo Internacional de Museos, en Grenoble, Francia, en sustitución de la antigua concepción de museo que consideraba Edificio-Colección-Público.

Cualquier proyecto de promoción cultural, si pretende revolucionar la concepción de cultura, debe concebir un planteamiento teórico y un método práctico capaces de sensibilizar  y organizar a la comunidad, para que ésta asuma la dirección y la responsabilidad de generar, planificar, operar, administrar y evaluar los procesos de desarrollo que la comunidad misma ha decidido emprender.

El promotor cultural es un agente sensibilizador y motivador para que la comunidad se organice y tome conciencia del papel histórico que debe asumir ante la problemática que tiene y las acciones que deberá emprender para solucionarlas. La comunidad se organiza de manera representativa y utilizando al máximo sus propias formas de organización, aún más, cuando su composición mayoritaria corresponde a alguno de los pueblos indios de nuestro país, se recomienda que el promotor sea originario de la comunidad o región a considerar.

Como dijimos anteriormente, el promotor social y cultural deberá concebir su trabajo como un compromiso muy serio y delicado, pues aquí no se trabaja con mercancías ni con piezas inertes, se trabaja con seres humanos que poseen un conocimiento ancestral, que padecen problemas de todo tipo y que necesitan el apoyo de un promotor que los motive y organice para salir adelante. El promotor podrá trabajar con seguridad, optimismo y convicción, siempre y cuando esté realizando un trabajo riguroso en cuanto a su teoría y método, pues no deberá desconocer que si abandona por un momento la disciplina científica de la promoción social, puede generar serios problemas y algunas veces irreparables en su trabajo y, lo que sería peor, en detrimento de la comunidad que confió en su capacidad y honestidad.

Los principales conceptos de la promoción social para la organización comunitaria y el desarrollo cultural serían los siguientes: 1. Formación Regional, es el espacio físico territorial donde cohabitan e interactúan dos o más clases y/o fracciones de clases, generando un sistema de relaciones sociales de producción y formas de pensar específicas, lo cual define el ámbito contextual que posibilita la diversidad de acciones fundamentales para su desarrollo y permanencia. 2. Educación Popular, proceso teórico-metodológico de educación no formal que un grupo social o comunidad crea y recrea para investigar, conocer, analizar y transformar la realidad socioeconómica, política y cultural que los caracteriza en un tiempo y espacio determinado.  3. Cultura Popular o Subalterna, conjunto de formas fenoménicas singulares que presenta un grupo social o comunidad, tanto del ámbito de la superestructura ideológica o de las formas de pensar y su relación con el universo de la estructura económica productiva que lo caracteriza en un tiempo y espacio determinado. Es decir, la cultura popular es el conjunto de manifestaciones singulares de una comunidad alcanzado en su modo de vida.

4- Investigación Participativa, proceso metodológico que tiene por objeto la producción de conocimientos sistemáticos y necesarios que un grupo social o comunidad logra sobre si misma, a partir de diversas estrategias de participación y toma de decisiones en la ejecución de una o más fases del proceso mismo de investigación.

La combinación de estos conceptos nos va permitir desarrollar un proceso inédito en la política cultural y artística en México, pues son muy raros los casos de que esta metodología esté considerada en las políticas públicas de desarrollo cultural que es instrumentada por el estado mexicano, aunque existen las excepciones, como es el caso del Programa de Museos Comunitarios y Ecomuseos del INAH, el Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias de la Dirección General de Culturas Populares del CONACULTA, el Programa Nacional de Áreas Protegidas de la SEMARNAT, entre otras no menos importantes.

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