Obra del individualismo exacerbado postulado por una filosofía social y económica contraria a la presencia del Estado en la vida cotidiana de los individuos, la inseguridad ha sentado plaza en el mundo. Ese parece haber sido el tema central en la reciente reunión entre Barack Obama, el presidente de Estados Unidos, y Enrique Peña, el mandatario mexicano. La suposición se funda en que la única acompañante de Obama a la Reunión fue la Secretaria de Seguridad Nacional, aunque la contraparte mexicana nos salió con el peregrino tema de la ¡¡¡competitividad!!! En la Cancillería mexicana tienen dormidas las neuronas; por eso no inspiran confianza sus declaraciones.
La preocupación norteamericana se centra en el veloz desarrollo del cultivo de amapola en extensas regiones de Guerrero y Michoacán al extremo de empezar a competir con Afganistán como suministrador de heroína en el mundo y se ha convertido en la principal fuente de provisión al mercado norteamericano donde el número de viciosos tiene un auge incontrolado. La plática tuvo un tono de reclamo y reproche por la indiferencia de las autoridades civiles y militares de México ante las informaciones y fotografías satelitales proporcionadas por la DEA, ilustrativas del auge del cultivo de la amapola observado en esas zonas.
La pasividad e indiferencia oficiales tienen nombre, apellido y cargo; muestra la dimensión de la complicidad alimentada por la corrupción, con su secuela de inestabilidad social en esas regiones dominadas por grupos paramilitares provistos de armamento y dinero suficientes para asegurar el clima de rebeldía e inseguridad.
La reunión tuvo lugar cuando se celebraba la convención del Partido Republicano etiquetada por la escenografía de los reality shows, manipulada por el histrionismo de Trump. Su discurso de aceptación de la candidatura republicana giró en torno a dos ofrecimientos centrales: aislacionismo comercial y migratorio con inspiraciones racista-fascista; e intervencionismo preventivo hacia el resto del mundo.
“Americanismo, no globalismo, será nuestro credo” exclamó ante el alarido y júbilo de los asistentes, dominantemente blancos, quienes celebraban el anuncio de severas restricciones para contener la inmigración y persecución implacables a los ilegales. La “recuperación de la antigua preeminencia estadounidense en el mundo” aplicando sanciones bélicas preventivas a quienes pretendan “menoscabar nuestra forma de vida mediante de actos de terrorismo o provocando la terrible violencia que padecemos” fue otro de los anuncios más aplaudidos.
Al finalizar su larga intervención, el señor Trump espetó las siguientes expresiones recogidas, seguramente, de las crónicas electorales latinoamericanas: “Soy su voz (de los olvidados)… No tengo paciencia con la injusticia, no tolero la incompetencia del Gobierno… volverán a ser la sociedad número uno en el mundo… A cada padre que sueña con su hijos, y a cada niño que sueña con su futuro, les digo estas palabras esta noche: estoy con ustedes, pelearé por ustedes y ganaré por ustedes.”
Su popularidad sigue en vertiginoso ascenso. Según encuesta levantada por la empresa norteamericana de nombre Five-Thirty-Eigth publicada por el periódico Reforma, la señora Clinton tiene apenas el 46.6% de los votos ciudadanos frente al 44% de Trump; y 293 votos electorales frente a 245 para Trump. La ventaja original de la señora Clinton se desvanece y el amenazante triunfo de los tradicionalistas trasnochados parece tocar la puerta.
Hacen acto de presencia quienes se sienten desplazados, los inconformes con su democracia, los ilusos de siempre arrastrados por las fuerzas de la derecha rupestre. La ineficacia y la corrupción imperantes en los órganos dedicados al combate de las drogas en México es un argumento adicional en poder de Trump para su chauvinismo antimexicano.
Si el gobierno no actúa rápido y bien, el hostigamiento hacia los mexicanos residentes en Estados Unidos se va recrudecer: serán señalados como los responsables del creciente número de heroinómanos en aquellas latitudes. Las gigantescas omisiones y errores del gobierno mexicano son una excusa adicional para el intervencionismo imperial y un paso más hacia el Estado Fallido. La situación es delicada. ¡Vamos en picada!