Consolidar instituciones, no subordinarlas

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Por: Francisco Cruz Angulo

En la columna anterior pregunté si el futuro presidente de México Andrés Manuel López Obrador actuará algunas ocasiones coyunturales como Jefe de un partido político en el gobierno o en otras como jefe de Estado  dado su proclividad a defender a ultranza sus valores morales personales, entre otros, su honestidad pública y privada.  Cuando se le toca esta fibra suele reaccionar maniqueístamente descalificando de facto a sus adversarios políticos.

Desde el segundo día de ganar abrumadoramente la silla presidencial el Lic. López Obrador asumió una actitud humilde y conciliadora. Anunció su especial objetivo de lograr la reconciliación y la paz de todos los sectores sociales sustentado en el diálogo, el respeto a la pluralidad de ideas y a las instituciones…

De las palabras pasó a los hechos.-Como virtual presidente electo –caso inédito- en el lapso de 20 días después de la elección anunció una agenda programática de 12 temas de interés nacional; 50 puntos para el combate a la corrupción y a la impunidad y quitar fueros y privilegios a la alta burocracia de la administración pública federal.

Enseguida se reunió con las cámaras empresariales, banqueros, la CONAGO, asociaciones civiles, diputados y senadores electos de la alianza Morena, PT y Encuentro Social y designó a gran  parte de su gabinete presidencial.

En todas estas reuniones López Obrador explicó las políticas públicas que tiene en mente implementar a partir de su primer día de gobierno.

Por supuesto esas propuestas generaron en la opinión pública nacional reacciones de enorme esperanza, pero a su vez signos de preocupación y escepticismo por las consecuencias en su implementación, entre otras, la descentralización de las Secretarías de Estado, la creación de los 32 coordinadores estatales de la federación, la baja del salario hasta el 50% en los altos funcionarios del Poder Ejecutivo Federal, del Poder Legislativo y Judicial y demás Entes autónomos.

En otras palabras, López Obrador sin tener en la bolsa la constancia de presidente electo tomó en sus manos la agenda nacional y prácticamente los resortes políticos del país. Todo en un entorno de miel sin hojuelas…

El primer desliz autoritario.-En los días finales de la semana pasada el Instituto Nacional Electoral (INE) dio a conocer las multas a los partidos políticos que infringieron la Ley Electoral en la pasada competencia presidencial.

A Morena se le sancionó con una multa de 197 millones de pesos por haber patrocinado un fideicomiso que incurrió en varias irregularidades por el que se presume distribuyó apoyo en especie a damnificados capitalinos de los pasados terremotos y de esta forma promover el voto a favor de los candidatos de Morena.

Fue en ese momento cuando afloró a reacción virulenta y de descalificación a una decisión de una institución autónoma como lo es el INE al calificarla esa sanción como una vil venganza por su triunfo electoral.

Este embate autoritario obligó a los consejeros del INE a deslindarse de cualquier mal intención por dañar la imagen de Morena. Solicitó respeto y colaboración entre las instituciones del estado más allá de las diferencias propias de una democracia.

Este escándalo público que provocó el desliz de López Obrador fue más allá cuando en su cuenta de twitter dejó una clara advertencia a algunos medios de comunicación que cuestionaron la actitud poca respetuosa al INE. Sentencio: “no soy hombre de venganzas, pero no olvido”. ¿Entonces dónde está la congruencia entre su compromiso de respetar a las instituciones y a la libertad de expresión a lo proferido en un momento de arrebato personal?

Si el hoy virtual presidente electo de México hubiera sido congruente con su conducta conciliatoria de los primeros días por simple sentido común hubiera opinado que le competía a los líderes de Morena rechazar esos cargos por la vía institucional, o sea apelar al TRIFE. Lejos de ello  López Obrador actuó como Jefe de partido.

El hecho que el político tabasqueño sea honesto e incorruptible no quiere decir que todos los líderes y representantes populares de Morena y aliados lo sean o lo vayan a ser.

Se subió tanto político malandrín procedente de otros partidos al barco de Morena que si no se construye un sólido partido político, con fuertes liderazgos y una base militante activa y participativa en la toma de decisiones en el próximo Gobierno Federal será simplemente un instrumento de manipulación política electoral de quien ocupará la silla presidencial durante seis años. Los gobiernos priístas y panistas son el mejor ejemplo. ¿Se repetirá la historia?..

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